Un viaje a los vinos antiguos y a las cosas de la tierra

La celebración de los 120 años de Bodega Norton duro tres días. Recorrimos viñedos en bicicleta, probamos las invenciones de la cocinera Patricia Suarez Roggerone en el restaurante La Vid, compartimos un pic nic en los jardines y a la noche, después de un fuerte temblor que nos dejó temblando, disfrutamos de una cena de gala.

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La celebración de los 120 años de Bodega Norton duro tres días. Recorrimos viñedos en bicicleta, probamos las invenciones de la cocinera Patricia Suarez Roggerone en el restaurante La Vid, compartimos un pic nic en los jardines y a la noche, después de un fuerte temblor que nos dejó temblando, disfrutamos de una cena de gala.


Hubo de todo, viento zonda, ese que te pone los nervios de punta y hace bambolear el avión. Pero en la comida de gala en la bodega nos recuperamos con una maravillosa experiencia Blends.

Quorum es un corte de uvas diferentes y distintas añadas, en su tercera versión. Vino intenso y personal nacido de la mano de ese gran enólogo, el grandote Jorge Riccitelli. Es el único vino argentino de estas características. Aunque ya había probado las dos versiones anteriores, Quorum I y II, éste es el mas logrado .El blend lleva Malbec 2007, Petit Verdot 2011 y Tannat 2010. Hubo Quorum, muchos coincidimos.

El vino fue acompañado de Tomatican confitado con yema a baja temperatura con huevos de granja de Perdriel y escamas de pan casero. Excelente idea combinar un plato tan antiguo y tradicional mendocino, revuelto de tomates y huevos, con productos de la tierra de Perdriel, donde está la bodega y los viñedos que la circundan.

El segundo paso con Privada Blend 2012, vino exquisito hasta ahora destinado a la exportación aunque prometen que los nativos podremos disfrutarlo en breve. Corte de Malbec y Cabernet Sauvignon, de extrema elegancia acompaño a una bondiola de cerdo de Maipú braseada en arrope, otro producto folk, con suave crema de manzanas, jengibre y naranjas encurtidas, tapenade de olivas negras y crema de queso de cabra. Lo más rico de esta comida de gala fue el plato que acompañó el Gernot Langes 2010: ojo de bife con crema de papa, mil hojas de papa un chimichurri de pasas y olivas y un alioli de ajos de Agrelo, en el postre, un bizcocho tibio de dulce de leche con helado de crema y membrillo de Agrelo.

Previa a la comida otra experiencia emocionante. Probamos vinos muy antiguos guardados en la cave de la bodega desde hace mucho tiempo. La selección destinada solo a ser probada en muy contadas ocasiones con los amigos, nos abre los ojos sobre la capacidad de guarda de nuestros vinos, de la que muchos dudaron. Lo mejor: un Riesling 92, que mantenía su alma mineral, su untuosidad, sin pizca de oxidación. Fue un experimento, ese viñedo de Riesling no existe más. Lástima. Hay poco Riesling en esta parte del mundo.

También probamos otra reliquia: Tannat de 1944, un vino y brioso, desde el color y su amabilidad en boca. Un viejo sabio que supo atenuar sus ardores juveniles. El Tannat es complicado para beber joven. Tánico como su nombre lo indica. Este fue un milagro.

El Malbec 74, un icono, fue el que deslumbró en su momento a Robert Mondavi, quien le auguro un futuro promisorio antes que el mundo descubriera que somos Malbec.

La noche anterior, al llegar, habíamos probado otros vinos especiales en La Vid: Reserva Malbec 2012 , muchas veces premiado, tres Lotes, mucho mejor llamarlos así Lote, que Single Vineyard. Tres Malbec de diferentes terruños, esos que recorreríamos al día siguiente descubriendo las características y las diferencias del suelo que hacen a la identidad de cada vino.
Lote La Colonia, Lote Lulunta y Lote Agrelo, todos de la cosecha 2010. Más un Privada Malbec 2010, excelso. Un solo plato como única compañía: conejo de Maipú al disco con tomillo salvaje, ese de sabor intenso que encuentro en los cerros mendocinos. Además de los vinos que expresan la tierra cada uno a su modo, la utilización de la cocinera Suarez Roggerone de productos locales remite a una tendencia gourmet universal, utilizar los productos que estén allí nomás, es la tendencia que en Europa los cocineros modernos llaman kilometro 0. Es lo que dota a una gastronomía de una identidad precisa que tiene que ver con la tierra y con la cultura, es decir, con los hombres, el lugar y sus modos de producción.

Alfajores de harina de algarrobo y membrillo, cuadrados de harina de api, el maíz morado andino, Ambrosia, postre de la colonia muy antiguo con cascarita de naranjas y frutos secos fueron algunas de las iluminaciones dulces de Patricia, geniales con el espumante con el que empezamos y terminamos: Cosecha Espacial Vintage, seco y profundo. Una fiesta.

Otro hit en esta fiesta de goces y sustos: coincidimos con Michael Haldstrieck, el cálido austriaco propietario de Norton en un blanco del año: nos gusto más el Chardonnay que el Sauvignon Blanc. Acompañaron al picnic alsol en los jardines de la bodega. Descubrí que el Chardonnay va genial con milanesitas de lomo, mínimas. Bajo el sol mendocino, por supuesto.

La gastronomía mendocina acompaña en su ruta en busca de la excelencia y la identidad los vinos, cada vez mejores. Somos de vino, pero también de tomillo salvaje, de cerdo de Maipú, de chimichurri con olivas y pasas. Somos lo que comemos y tomamos, aquí y ahora, eso lo aprendí desde hace tiempo en mis innumerables viajes a Mendoza, a Salta y a la Patagonia.


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